EL SINTOMA - PADRE*

*Trabajo presentado en las 12º Jornadas de Psicopatología y Salud Mental del Hospital Alvarez: “Los nombres del síntoma. Clasificación y diagnóstico”. (2011)


Dra. Sara Wajnsztejn

Quiero retomar algunas cuestiones que quedaron planteadas en la mesa de cierre en la que participé durante las Jornadas del Equipo de Niños el 1º de julio de este año.

En aquella oportunidad decía que mi planteo, más que un cierre, podría considerarse una apertura. 

En la presentación de aquellas Jornadas, Laura Monczor tomaba una frase de Borges que me gustaría repetir: No hay cosa terminada: únicamente existe el libro cerrado para la teología o el cansancio.

Cerrar el libro teológicamente significaría que tengo respuestas y en verdad vengo a compartir preguntas.

En cuanto al cansancio, a pesar de la altura del año me gana una obstinada curiosidad que deviene en el intento de renovar la apertura.

Deteniéndome en  este Fort-da -  cierre-apertura – comienzo entonces  a ensayar una forma de renovar la apertura… 

Para Freud, la mujer genitora, era pilar de la familia edípica, monógama, nuclear y restringida propia de “su” modernidad, heredera de las tres culturas de Occidente: griega, hebrea y cristiana. 

En el Cristianismo, las relaciones familiares en el seno de la Divinidad y de la Santa Familia permitieron poner a punto la función del Nombre del Padre.
Dos siglos más tarde fue el Derecho quien articuló la familia, de modo tal que los padres cobraron estatuto jurídico, sea cual fuese el lazo amoroso que los uniere.

En nuestros tiempos se produjo el estallido de los marcos de la familia tradicional y como sabemos esto no ha sido sin consecuencias.

Podríamos hablar de “anomalías familiares” en relación a lo que conocemos como “familia edípica”.

Serge Cottet plantea que la verdadera subversión concierne a la definición misma del parentesco: asistimos a su emancipación y su extensión fuera de la diferencia de los sexos, de la diferencia hombre-mujer, de la diferencia madre-padre.(1)

La eliminación del encuentro sexual en los asuntos de parentesco, es decir lo que se llama “parentalidad”, es lo que caracteriza nuestra modernidad y define el campo de lo rechazado hoy.

Es así que nos encontramos con familias ensambladas, monoparentales, homoparentales, recompuestas, etc.

Ya en 1938, en “Los complejos familiares” (2). Lacan describía un desfasaje entre la normatividad edípica del deseo y lo real social de la familia conyugal moderna, para centrar el síntoma en la declinación de la imago paterna, es decir el padre como idealque viene a poner un límite al desborde pulsional.

El psicoanálisis sin embargo, continúa apostando al inconsciente, en la medida que éste rectifica, inventa familias ficticias, restablece al padre a pesar de todo. ¡Qué importa la presencia o ausencia del padre con tal que se tenga la garantía de su nombre y de su palabra!

En este sentido el inconsciente funciona como un automaton simbólico que repara. 

Los niños inventan un mundo lleno de brujas, monstruos, etc. que se encargan de domesticar. Se inventan familias ficticias para poner un freno a la voracidad materna.

¿Cómo entender sin embargo, a partir de lo señalado del rechazo de la sexualidad clásica, lo que se orienta como padre real?

Lo real del padre está en relación a un saber sobre su goce que lo separa de su función simbólica. En este sentido no se puede eliminar en nombre de la función simbólica lo que del mito del padre no es simbolizable.

Los padres uno por uno, son las versiones de goce de esta función. Son padre-versiones.

Voy a detenerme en el año 75, en el que Lacan dictó RSI. En este año, reformula la definición de síntoma planteándola como una “función de goce”: todo síntoma es un modo de gozar.

En este mismo Seminario encontramos que el padre es un síntoma, - nos encontramos reunidos para pensar alrededor de los nombres del síntoma – el padre tiene una función-síntoma.(3)

“Es necesario que cualquiera pueda hacer de excepción (excepción paterna) para que la excepción se convierta en modelo”.(4)

Hablaremos entonces del padre-modelo, obviamente no en el sentido trivial del término.

Para todo hombre es posible la virtualidad paterna, pero sería mejor que no todos los hombres se conviertan en padre.

 ¿Cuáles serían los hombres excluidos de esta función? Lacan responde: “un padre no tiene derecho al respeto sino al amor, más que si el dicho, el dicho amor, el dicho respeto está père- versement orientado, es decir hace de una mujer objeto a que causa su deseo”.

Colette Soler, en una conferencia dictada en 1998 en el Hospital Rivadavia, decía que luego de esta frase, en el Seminario aparece que el padre debe ser heterosexual (5). En la traducción castellana que tengo a mi alcance, no  encontré este término, pero sin embargo me parece que podría deducirse del hecho de  hablar de un hombre vuelto hacia una mujer.

Sin embargo, no todos los hombres que hacen de una mujer, objeto a causa de su deseo serían portadores del síntoma-padre. 

 Un poco más adelante, agrega: “… que su causa sea una mujer que él se haya conseguido para hacerle hijos y que a éstos, lo quiera o no, les brinde un cuidado paternal”. (6)

El padre es el que tiene un síntoma- mujer y la hace madre: “Hacer de una mujer una madre”.  Esta definición implica una posición masculina, paterna, que supone un doble franqueamiento en el cual la castración está siempre en juego.

Primero: elegir “una” como suya, lo que implica renunciar a todas las otras y segundo, que es lo que quiero destacar hoy: aceptar ceder una parte de ella a los hijos.

¿Cómo el síntoma-padre se conecta con el goce? También aquí tenemos un doble eje: el primero relacionado con el goce sexual, haciendo de una mujer su síntoma. Además en el hecho de traer hijos al mundo, está en juego el goce de la vida. 

Tenemos entonces los dos ejes: el del sexo y el de la existencia que se encuentran conjugados en el síntoma- padre.(7)

Decía hace un rato que el padre es modelo. Aclaremos ahora: por su síntoma, no por sus características de sujeto. El síntoma-modelo es todo lo contrario del modelo como Ideal.

El síntoma- padre es un síntoma borromeo que enlaza los tres registros: imaginario, simbólico y real, conectando el lazo social con un otro.

El lazo reúne a la vez la dimensión imaginaria y simbólica. Lo imaginario implica el cuerpo del otro como imagen, como forma que cautiva por sus rasgos particulares el inconsciente de un hombre.

Además conecta el lazo social con el Otro sexo en su dimensión de goce, aquí tenemos su dimensión real: ubica el goce en un lazo entre dos parlêtres. Esto es un síntoma borromeo, no todos los síntomas lo son.

Para decirlo sencillamente: el síntoma borromeo ubica el goce que un sujeto sustrae vía su inconsciente en un lazo social.

La función borromea de enlazar el goce de la vida o el sexo en la relación social, es el prototipo de la función paterna misma.

En síntesis, el Edipo freudiano/Edipo Nombre del Padre tiene una función de anudamiento de las tres dimensiones, por lo cual es una función suplementaria respecto de las mismas.

Tenemos una puesta en cuestión de este concepto (8), lo cual nos lleva a plantear que el padre puede ser sustituido, que puede prescindirse de él. 

En RSI, el padre ya no es un significante, lo que nos permite señalar una diferencia entre: “un padre” y la función, cuestión que está presente desde los inicios de la teoría de Lacan.

Cambió la concepción de la función paterna, lo cual lo lleva a decir que se puede prescindir del padre y que la función paternal permanece a salvo. Se la podría llamar también función anudante, función nombrante, que es una función síntoma.

Retomando entonces el síntoma-padre, digamos que es una posición libidinal de un hombre, que hace de una mujer la causa de su deseo y que la hecho suya para tener hijos a los cuales brinda cuidados paternos, queriéndolo o no. 
Lo expuesto no implica en el padre un deseo de niño. Cuando decimos  “queriéndolo o no”, solamente se trata de atestiguar tal hecho.

Digo atestiguar: ustedes saben que testigo y testículo tienen la misma procedencia. El testigo se pone en juego. Acompañar a una mujer en el goce de la vida además de hacerla causa de su deseo, es para lo real del padre otra forma de poner los huevos.

En relación a la función nombrante, aclaremos que se refiere al decir paterno. El nombre que surge del agujero de lo simbólico nunca es enunciado, ni pronunciado, se infiere.

A partir de los dichos y los actos, sin decir nada, por su posición libidinal hace funcionar una conjunción implícita entre un “tú eres mi mujer” por un lado y un “tú eres mi hijo/a”, por el otro. 

Podemos denominar a esto el cuidado paterno, es la nominación, el decir de nominación que puede inferirse de su síntoma. Lo nombrado no es la cosa paterna misma, sino sus partenaires, que están nombrados sintomáticamente.
En este sentido, cualquier hombre que tenga el síntoma-padre puede portar la función paterna para aquellos niños de los que no es el genitor, cuestión perfectamente aplicable a las familias atípicas de nuestro tiempo.

Con esta definición de la función paterna, no sé si podemos seguir hablando de la decadencia del padre. 

Sin duda, es posible hablar de la decadencia del Nombre del Padre como significante. Pero de la decadencia de la función borromea, por lo menos tendríamos que ponerla en cuestión.

Hoy día nos encontramos con una paradoja: nunca se ha hablado tanto del niño,  jamás se ha tenido tanta preocupación por sus derechos, y sin embargo nunca como ahora se lo ha puesto tanto como objeto de goce.

No vamos a abundar en las noticias acerca de la pedofilia. Sí podemos reconocernos en el impacto de las noticias acerca de sus asesinatos.

Ocurre hoy que la eliminación del encuentro sexual en los asuntos de parentesco caracteriza nuestra modernidad.  Se constata su retorno en la pornografía mediatizada en todas las direcciones.

En el mismo sentido, la ciencia también es generadora de nuevas ficciones y nuevas certezas.

El padre genitor no sólo queda reducido a ser un poco de semen sino que deja de ser lo que fue en la esencia de la tradición freudiana: incierto. 

En cuanto a la madre, ese gran receptáculo de todos los fantasmas nutricios, una probeta la despojó del origen corporal de la fecundación. Además empieza  a serincierta en el momento mismo en que el padre deja de serlo.

Basta tener presentes los contratos que firmó Ricky Martin entre otros para acceder a la paternidad.

En estos tiempos de la Ley del Matrimonio Igualitario y la posibilidad de una posterior adopción, con la que desde el punto de vista social y de la justicia no se podría no estar de acuerdo; no deja de suscitarnos preguntas, ¿cómo estos niños se orientarán hacia el otro sexo?, ¿cómo podrán asumir una posición sexuada?

El proceso está en marcha, comenzó y continuará y respecto de los efectos estamos en la mayor de las incertidumbres y con la incertidumbre viene la angustia.

La angustia es un afecto de cambio, de las manifestaciones de lo real, pero la angustia no es una brújula para el pensamiento, sólo indica lo que se piensa, no dice lo que hay que pensar. (9)

Siguiendo la lógica de este período de la enseñanza de Lacan (1975) en relación al padre, se necesita un decir que nombre, pero no hay unión necesaria, sólo hay una unión posible entre el decir que nombra y la reproducción de los cuerpos.(10)

En “Dos notas sobre el niño” (11) encontramos que “… la función de residuo que sostiene (y al mismo tiempo mantiene) la familia conyugal en la evolución de la sociedad, resalta lo irreductible de una transmisión… que es la constitución subjetiva, que implica la relación a un deseo que no sea anónimo”.

Subrayo la función de residuo en relación a la transmisión, por el sólo hecho que elsínthoma-padre tiene la ventaja de establecer un doble lazo entre los sexos y las generaciones, tiene la ventaja de transmitirse, de tener efectos de transmisión.

Es una diferencia con el sínthoma-Joyce, que  es un síntoma que no se transmite, sólo vale para él. Joyce se salva solo y esto puede verse en sus hijos.

Para concluir tomo  algunas observaciones optimistas de J. Vassen: Siempre y cuando haya padres y no “sponsors” o botellones de clonación, siempre y cuando haya procesos de subjetivación y aprendizaje mediados por humanos y fundados en anhelos de trascendencia, podremos mantenernos a cierto resguardo de la intrusión descarnada del presente. (12)

Padres que son insustituibles agentes de una doble función. De inscripción erógena y simbólica por un lado y coadyuvantes de la metabolización de lo inscripto por otro.

De lo inscripto por ellos o a través de ellos, pero también a pesar de ellos o sin ellos, por la sociedad de la cultura y la época.

De las condiciones de inscripción y de las vías abiertas para su elaboración surgirá en el mejor de los casos un ser que puede jugar y podrá jugarse.

Nos quedamos en este fort- queda por decir…

Referencias:

1- Cottet S: El padre pulverizado. Virtualia Nº 15, Revista digital de la EOL. 
2- Lacan J: La familia.
3 -Lacan, J: Seminario XXII. Clase del 21/1/75 (inédito). Citado por Colette Soler en “Qué se espera del psicoanálisis y del psicoanalista” pag 127
4 -Idem anterior
5- Idem anterior
6- Lacan, J: Seminario XXIII, RSI. Clase del 21/1/75. Inédito
7- Soler, C: Op. cit.
8- Lacan, J: Seminario XXIII, RSI. Clase del 11/2/75. Inédito
9- Soler. C: La querella de los diagnósticos 
10- Idem anterior
11- Lacan, J: “Dos notas sobre el niño”, Intervenciones y textos 2.
12- Vasen J: Post-mocositos