MESA DE CIERRE DE LA 2° JORNADA DE EQUIPO DE NIÑOS DEL HOSPITAL ALVAREZ 2013.

Lic. Mariana Martínez Liss.

“El beneficio principal que se puede extraer de una reunión como esta es el de instruirse, en resumen, es el de darse cuenta de que no sólo hay el modito de cada uno de revolver la ensalada” Lacan, Jornadas de la Escuela, 1977.

“Tal a pensarlo ahora el psicoanálisis es intransmisible. Esto es bien fastidioso. Es fastidioso que cada psicoanalista sea forzado –ya que hace falta que sea forzado- a reinventar el psicoanálisis”. Lacan, Discurso de clausura de las Jornadas de la Escuela, 1978.

El analista reinventará el psicoanálisis, en su práctica clínica, cada vez, con cada paciente, en cada encuentro y en función de los efectos de dicho encuentro, con su estilo y con el texto del paciente. Podrá también transmitir, contar, decir algo de su práctica en una situación como ésta, en una jornada, por medio de su escrito y su palabra. Como dice Ulloa : “ la clínica psicoanalítica es un oficio en soledad. Una soledad que impulsa al encuentro Inter-pares. Siendo el psicoanálisis una práctica en soledad, los analistas se convocan al encuentro”.

El trabajo que realizamos en los hospitales es uno de los modos en los que convocamos al encuentro. Encuentro con los pacientes, encuentro entre analistas, encuentro con diversos profesionales del área de la salud. El trabajo con otros es unos de los rasgos que recorto en los trabajos hoy escuchados. Por ejemplo, el de Guido Beltrami que se ve causado a compartir con otros los efectos de una decisión que implicó la interrupción de su práctica en el hospital y el de Ana Riva que ubica el recurso de la supervisión como modo de resituar la posición transferencial. El equipo y sus dispositivos como soporte del trabajo.

El psicoanálisis sería intransmisible por la vía de la enseñanza como saber único, dogmático, universal. La posibilidad de transmisión tendrá que ver, entonces,  con una posición respecto de la castración.

El deseo del analista  implica la transmisión de una imposibilidad.

Por eso se trata de una clínica que no se enseña, se transmite. Es la transferencia, lo que permite la transmisión del real particular del que se ocupa el psicoanálisis: vacío en torno al cual el saber se organiza, saber en tanto reinvención, cada uno, cada vez, se trata de lecturas posibles.

Así, la posibilidad de transmisión se sostiene en soportar la singularidad del caso que implica, como decía Freud en “Consejos al médico”, dejarse sorprender por los virajes de un tratamiento, abordándolo cada vez con ingenuidad y sin premisas. Se tratará de dejarse tomar sin imponer lecturas apresuradas, de escuchar el texto del paciente.    

Vivimos tiempos signados por un imperativo de inmediatez que exige diagnósticos que dejan a los niños en el anonimato, deviniendo “un add”, “un tgd”, “un tea”, letras que no dicen nada del padecimiento de un niño en particular. Es preocupante el avance del diagnóstico sobre la subjetividad, el apuro por la medicación sobre el tiempo del lazo, la necesidad de obtener diagnósticos precoces para optimizar las terapéuticas y tranquilizar a padres, familiares, médicos, psicólogos, educadores. Es alarmante la cantidad de consultas por  niños cada vez más pequeños con diagnósticos de manual que, no solo desconocen la subjetividad, sino también parecen desconocer la maduración psíquica y biológica del niño. Ante esta situación, nuestro deber ético, es apostar al sujeto, a la singularidad de cada niño, a su historia y a la construcción de la misma.

Nosotros apostamos al tiempo subjetivo. Apostamos al jugar. Es este rasgo, la apuesta, la que se puede recortar, también, en los trabajos hoy escuchados.  La apuesta es al juego en la dinámica de la transferencia, esto es, que la apuesta es al niño. Claramente se lee esta apuesta en el trabajo de Soledad Tammaro donde se pregunta cómo leer juego en lo que se ofrece como signo y en el de Natalia Loza y Ianina Ferrante donde plantean el juego como discurso.

Como dice Jorge Fukelman no se trata de que el niño preeexiste al juego sino más bien, que es el juego el que construye la niñez. “El juego es el espejo en el que un sujeto es visto como niño”. Es por esto, que en la clínica con niños jugamos como modo de resituar la infancia. Jugamos porque estamos advertidos que el juego es “la vía regia de acceso al inconsciente”. Frente a la abolición del niño en determinados discursos médico-psicológicos-educativos que pretenden velar por el bienestar de los chicos apuntando a la adaptación, si hay algo que orienta nuestra práctica, es la apuesta al tiempo y al lugar que caracterizan al jugar.  Apuesta al sujeto que dice de la posición del analista. En la clínica el juego es el modo a través de cual un niño da cuenta de su padecimiento y en el cual el analista interviene. La intervención es en el juego mismo en el caso que haya escena, de lo contrario se apuntará al armado de una escena propiciando el jugar.

Cuando recibimos a un niño que en un comienzo no puede jugar y asistimos luego de un tiempo de trabajo al acceso al juego vemos cómo allí mismo se produce el jugar como un montaje que implica un tiempo, un lugar y funciones que se encarnan, permitiendo, de este modo, la transmisión de un deseo no anónimo.

En el Seminario 25, Lacan plantea que hay escritura en el inconsciente y ubica al analista como “supuesto-saber-leer-de-otro-modo”.

El analista lee de otro modo, el analista interviene estando advertido de lo imposible para hacer de eso causa. Lee de otro modo, apuesta al sujeto y a la constitución del cuerpo equivocando con su acto las primeras marcas y apuntando a armar la escena de juego  en transferencia. No es sin el cuerpo desde dónde lee el analista. Es en calidad de objeto, como dice Freud, ofreciéndose como causa de deseo en un lazo de a dos, como plantea Lacan, haciéndose agente del jugar como plantea Winnicott, que el analista leerá de otro modo las trazas ofreciendo un nuevo tiempo para el jugar. El analista no diagnostica la infancia ya que la infancia implica tiempos lógicos instituyentes de la subjetividad y del cuerpo. Tiempos que conllevan operaciones que se encarnan. El analista, advertido de la diacronía de la estructura, espera activamente, juega.

Otro rasgo destacable en las presentaciones, es el trabajo con el obstáculo. Una apuesta a escuchar al niño, sorteando los obstáculos propios de esta práctica. Sortear dificultades no es excluirlas sino trabajar con ellas. Natalia Martínez Liss y Amanda Calderón plantean el narcisismo como obstáculo y Daniela Mundo y Mabel Faigenbaum ubican el diagnóstico como obstáculo, ambos sorteados en la apuesta al niño como sujeto a ser escuchado más allá de cómo es nombrado por el Otro.  

Es poniendo en acto el deseo del analista como función,  estableciendo la escucha analítica como dispositivo del cual disponemos, que apostamos  a no perdernos en demandas que excluyen a la infancia porque es molesta, disruptiva e incomoda.

  Para concluír, una evocación al fragmento de un libro que me gustó mucho y que se llama “La elegancia del erizo” de Muriel Barbery, por las resonancias que encuentro con los trabajos presentados y con el nombre que llevan están jornadas.

El libro trata de encuentros en la vida que pueden cambiar la historia de las personas, esa es mi lectura.
Renee es la portera de un edificio que hace lo posible por pasar inadvertida. Recorto el relato de un episodio fundamental, fundante, diría yo, en la historia de Renee. En su primer día de clase, el encuentro con una maestra que es quien le enseñará a leer.

“En mi casa apenas se hablaba…La revelación tuvo lugar cuando, a la edad de 5 años, en mi primer día de colegio, tuve la sorpresa y el susto de oír una voz que se dirigía a mí pronunciando mi nombre.

-¿Renee?- preguntaba la voz, mientras yo sentía posarse sobre la mía una mano amiga…Levanté la cabeza, en un movimiento insólito que casi me dio vértigo, y mis ojos se cruzaron con una mirada.

Renee. Se trataba de mí. Por primera vez, alguien se dirigía a mí por mi nombre…Entonces, con mis enormes ojos clavados en los suyos, me aferré a la mujer que acababa de traerme a la vida…

Se cree erróneamente que el despertar de la consciencia coincide con el momento del primer nacimiento…Que, durante 5 años, una niña llamada Renee, mecanismo operativo dotado de vista, olfato, gusto y tacto, hubiera podido vivir en una perfecta inconsciencia de sí misma y del universo desmiente tan apresurada teoría. Pues para que se de la consciencia, es necesario un nombre”. Hasta aquí el recorte.

La conmoción- sorpresa, susto, vértigo- dicen del efecto de la palabra encarnada por Otro sobre el cuerpo de esta niña. Articulación de palabra y cuerpo en el acto de nombrar. Como marca indeleble de ese encuentro inaugural para esta niña quedará su avidez, su pasión por la lectura, que es lo que la salva y lo que enmarca posteriores encuentros fundamentales en su vida.

La palabra cobra dimensión de palabra en tanto es recibida, en el efecto de un decir sobre el cuerpo, producto de un encuentro. Articulación de palabra y cuerpo en tanto confrontación de cuerpos. De eso se trata la transferencia que se pone en juego por la vía del deseo del analista como soporte.


Vemos en los trabajos los efectos de los diferentes modos de nombrar. Hay modos de nombrar que coagulan sentidos y cuerpos, podríamos pensar que son modos de designar, de encasillar, nada dicen de la subjetividad, de la singularidad de un niño y modos de nombrar que rescatan la subjetividad, que rescatan a un niño de los márgenes, que sortean las dificultades, los obstáculos.